Segunda jornada: la RSE y la RSS

Esta mañana una asistencia más atenta puso de manifiesto el entusiasmo creado por la charla de ayer.

Al igual que la vez anterior, Rozitchner supo cautivar al auditorio con su actitud atrevida y sus esquemas terminantes, ofreciéndonos una forma práctica, pragmática de pensar las cosas. El tipo no se come ni media y dice las cosas con honestidad brutal, lo que es un valor nada común. Según mi parecer, su efectividad lo excusa holgadamente de ciertos desbordes verbales y conceptuales correspondientes a una órbita filosófica que probablemente no capte el interés de demasiada gente.

Según mi entender, en una breve síntesis, Rozichner afirmó la subjetividad de los valores morales y desestimó la posibilidad de que existieran verdaderos valores humanos trascendentes. Incluso ironizó sobre la seriedad de los principios corporativos de las empresas y dio por hecho que la Responsabilidad Social Empresaria es una mera impostura.

Como invitamos a Alejandro para escuchar lo que él dice y no para generar un debate más profundo, me permito recién ahora poner en duda los conceptos por él vertidos.

Desde mi inmodesto punto de vista, más allá de las creencias personales, lo más lógico es suponer la existencia de un Norte moral común a la humanidad porque eso puede leerse en la inmensa labor de antropólogos y etnógrafos a lo largo del siglo pasado y, más recientemente, por hallazgos que han develado comportamientos inequívocamente morales en chimpancés, delfines y elefantes. Incluso, hace muy poco, una nota en La Nación afirmaba que habrían hallado "el gen de la moral", lo cual debe ser bastante incierto pero parece demostrar que existen serias investigaciones en torno del tema.

En segundo lugar, en lo que refiere a la supuesta relatividad o liviandad de los valores empresarios, estoy en desacuerdo no sólo como miembro del Directorio de Las Marías, cuerpo reunido en torno de intereses materiales individuales tanto como por creencias morales comunes; también en lo personal e íntimo creo saber que detrás del accionar de muchas grandes empresas como P&G, Hewlett Packard o Las Marías, existen motivaciones y fines profundamente comprometidos con ideales originados no en dogmas divinos sino en convicciones e intuiciones sólo humanas que son las consonancias fundantes de su voluntad de acción común y trascendencia como grupo. Y no se trata de ninguna blableta, muchísmos de los actos de Las Marías sólo tienen sentido en la medida en que consideremos sus principios y fines no comerciales: desde rosar más de 100 hectáreas de césped, pasando por cada una de las incontables acciones de la Fundación Victoria hasta un apego por la calidad que excede con creces la demanda del consumidor y sólo puede entenderse como producto de una convicción con respecto a lo que está bien y lo que está mal.

Hace unos años, a pedido de la Fundación, tuve que preparar con el Doctor Platini una clase para un seminario internacional sobre RSE que se daba en el ITBA. Para esa ocasión me tragué toda la biblioteca que tiene Don Victor, nuestro CEO, en su oficina de Corrientes (toda subrayada y resaltada por él); algo así como una selección de las publicaciones más interesantes de los últimos diez años en la materia, más un par de viejos libros que atesora desde su juventud y otro par de "incunables" heredados de la biblioteca de su padre. Mi conclusión fue que, para el "state of the art" de este pensamiento, si bien están claras las crecientes ventajas que acompañan en el mercado a los empresarios responsables, es evidente que el comportamiento moral de las empresas no sólo se origina en su legítima búsqueda de beneficios materiales, sino también en las convicciones e intuiciones personales de sus integrantes: no son sino su reflejo.

Podría extenderme en mi discrepancia, explicando por qué a mí me parece inconveniente y peligroso abandonar la categoría "respeto", como sugirió Rozitchner, argumentando hasta que punto es actual la utilidad de esa palabra y su significado profundamente humano y moral, (sobre todo en Buenos Aires). Pero se me termina el tiempo.

Julian Gallo, por su parte, profundizó sobre la importancia del RSS y siguió resaltando la imperiosa necesidad de pensar como un "nativo" de la generación internauta; nos siguió mostrando chiches aunque no llegó a superarse en ello. En lo personal, aún no logró convencerme de las ventajas de invertir mi tiempo en compilar mis fuentes de información vía RSS. Claro que en mi trabajo no es relevante la actualización instantánea de información, pero mis hábitos instalados no me permiten imaginarme utilizando esa herramienta, a pesar de que creo comprender de qué se trata.

En resumen, a pesar de mi crítica, para mí el curso resulta muy estimulante y constructivo. Creo que podemos aprovechar lo que nos dicen para dar un salto categórico en nuestra actitud ante los problemas y las oportunidades que la candente realidad nos presenta.